La pintura y el mosaico

También la pintura griega encontró en Roma un buen continuador, ya que es sabido que las casas romanas eran decoradas con composiciones murales, encontradas en Pompeya, Herculano y en el Palatino de Roma; y cuadros de caballete (de los que no quedan restos).

Las primeras manifestaciones pictóricas se ecuentran agrupadas en cuatro estilos pompeyanos:

• El I o de incrustaciones (siglos II-I a.C.) pretendía imitar los mármoles de colores de las viviendas romanas más distinguidas.

• El II, llamado arquitectónico, consiste en la imitación de estructuras arquitectónicas para crear, a través de la perspectiva, sensación de profundidad, como en la Casa de Livia y la Villa de los Misterios.

•El III, llamado estilo ornamental o de los condelabros (desarrollado en el siglo I de nuestra Era), muestra temas decorativos vegetales alternados con imágenes de pequeño tamaño, como en la Casa de los Vettii.

•El IV, desarrollado en la segunda mitad del siglo I, es conocido como teatral, ilusionista o fantástico. Está caracterizado por la arquitectura con grandes efectos de perspectiva y escenografía con enormes cortinajes. Se puede decir que es una evolución del estilo II, siendo los mejors ejemplos la Casa de Apolo, en Pompeya, y la de Domus Aurea de Nerón, en Roma: ´éste último ejemplo se podría llamar "romano", porque es mucho menos naturalista y mñas intelectual.

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Los romanos también tomaron del mundo helenístico el uso del mosaico, frecuentemente empleado como pavimento, aunque a veces también se usó para decorar paredes y bóvedas.

Hubo varias maneras de hacer mosaicos:

• Pequeños trozos de barro incrustados con cemento (opus signimun).

• Losetas algo más grandes de varios colores (opus sectile).

• Las tesellas, unos trozos de mármol, empleadas en mosaicos de mayor calidad (opus tessellatum). Cuando el tamaño de las mismas era aún menor, la tecnica se llamaba opus vermiculatum, y contemplándolas a distancia, daba la sensación de estar viendo una pintura.

Las escuelas romanas

Tras la conquista de Grecia por Roma, surgió un foco escultórico en el que se repitieron los tipos de Praxiteles y Lisipo. Entre sus "sucesores" destacó la figura de Pasiteles, que creó la escuela neoática de Roma. A dicha escuela pertenecieron Stephanos, a quien se atribuye el grupo de Orestes y Electra; y Menelao, que creo un grupo con el mismo tema, con el que se puede relacionar el Grupo de San Ildefonso.

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En contraposición a los griegos, los romanos llevaron a cabo obras más personales, como los retratos de la época republicana, caracterizados por su gran realismo y por la influencia etrusca. Los primeros retratos masculinos carecían de barba y tenían el pelo muy corto, como los retratos de Catón y Porcia , César y Pompeyo, realizados con cierta idealización.



El relieve se inició también bajo la República. Una de estas primeras manifestaciones es el friso de Domicio Ahenobarbo, que representa un sacrificio ritual.

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Durante la época de Augusto, la escultura alcanzó una mayor idealización, hasta el punto de convertir el físico del emperador en un arqueipo humano. Entre los retratos de Agusto, el más conocido es el de Prima Porta, en el que el emperador viste el atuendo militar y lleva en la mano el imperium. Otra buena representación del Augusto es la que le muestra como pontifex maximus.

En esta época los retratos femeninos mantuvieron esta línea de idealización, patente en los que efigian a Octavia y a Livia, hermana y esposa del emperador, respectivamente.

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Bajo el imperio de los Julio Claudios (14-68 d.C.) la escultura continuó idealista. Abundaron los retratos divinizados de los emperadores, y los femeninos sufrieron una transformación en el peinado, como el retrato de Agripina la Menor.

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Con los emperadores de la dinastía Flavia (68-98 d.C.) el retrato recuperó parte del realismo, como acreditan los de Vespasiano, Tito o Domiciano.

En cuanto a los retratos de mujeres, el peinado se hizo muy aparatoso y complicado, con rizos que perfilaban la cabeza.

En estos momentos el relieve se desarrolló bastante, atendiendo a las narraciones históricas del momento, como demuestran los relieves del arco de Tito.

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En el imperio de Trajano (98-117 d.C.) se originó la escultura con objetivo técnico: fue la época áurea del relieve narrativo, manifestado principalmente en la columna trajana: en el fuste se cuentan las batallas de Trajano contra los dacios. Semejantes son los relieves del arco de Trajano en Benevento.

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En tiempos de Adriano (117-138 d.C.) la influencia griega fue más intensa, debido a que el emperador era un admirador de la cultura helénica. La técnica se perfeccionó aún más, llegando a la talla a trépano, que está demostrada en el retrato de Antinoo.

Durante esta época se generalizó el uso del sarcófago.

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Con los Antoninos (138-192 d.C) se incrementó el uso del claroscuro, a la vez que se ampliaron los bustos hasta la cintura. La obra culminante de la época es la estatua ecuestre de Marco Aurelio, que trató de emular a Trajano, mandando erigir una columna semejante.

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Bajo los Severos (192-235 d.C), la escultura, al igual que los aspectos poíticos y económicos, dió muetras de decadencia. La barba volvió a recortarse, pero manteniendo el intenso claroscuro de los cabellos, como en los retratos de Caracalla.

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Tras la anarquía militar (235-285), en la que la escultura volvió al retrato realista republicano y se ejecutaron sarcófagos como el Ludovisi; siguieron el imperio de Diocleciano (284-305) y la Tetrarquía hasta el año 312, época en la que la escultura fue volviéndose deshumanizada y abstracta, y parecía interesar más el efecto del conjunto que el detalle. El Canon de proporciones se pasó por alto, creando así figuras desproporcionadas, como el Coloso de Barletta.

Por otra parte, los relieves de este momento final están presididos por la rigidez y una acusada isocefalia.

La escultura

La escultura ha sido calificada como romana de espíritu, pero griega de vestimenta, y posee aportaciones tanto helenísticas como etruscas.

Se empleó básicamente el mármol, aunque hay muchas manifestaciones labradas en bronce.

Las principales aportacions que hizo Roma a la escultura fueorn dos:

•El retrato, que podía ser de cuerpo entero o sólo de busto. Los primeros tenían varios subtipos: sedentes (sobre todo los femeninos); de pie, entre los que destacan los togatus (con toga) y thoracatus (con coraza); y ecuestres, reservados únicamente a los emperadores, que fueron efigiados como cónsules, vistiendo el manto propio; como pretores, con la Ley en la mano; como pontifex maximus, con el manto sobre la cabeza; y divinizados, semidesnudos y con la cabeza coronada de laurel.

•El relieve histórico narrativo, que cumplía una finalidad docente al mostrar de modo gráfico las actuaciones preferentemente militares del emperador y, de paso, efigiaba al mismo. No faltaron tampoco relieves de temas religiosos y políticos.

Cabe destacar también el empleo de la escultura en los sarcófagos.

El arte romano